Joya de los Sachas, AP
Un campesino puso hoy una zancadilla a la empresa estadounidense Texaco que intenta demostrar que las acusaciones por daño ambiental en su contra son infundadas.
Mientras los delegados de la compañía y de los demandantes revisaban silenciosamente uno de los sitios en los cuales se realizó una extracción de tierra durante el segundo día de inspecciones judiciales para determinar si hay contaminación por petróleo, una voz rompió el silencio: esas piscinas son de Texaco.
Yo compré este terreno y ya estaba contaminado. Fueron los de esa empresa (Texaco), gritó Wilfrido Mora, de 64 años, sorprendiendo a la prensa, y a los abogados de las dos partes presentes.
En medio de un par de policías del grupo de antiterrorismo, que custodiaban celosamente las inspecciones, volvió a repetir, blandiendo un machete en su mano, que el terreno que compró cuando migró a esta zona hace 14 años había sido contaminado por la empresa petrolera.
Miren, yo intenté sembrar café en este terreno, y no pude, miren cómo está, vociferaba, mientras hundía su machete y sacaba de la tierra gruesos pedazos de petróleo solidificado.
Enseguida, los abogados de la empresa, en tono molesto, trataron de callarlo, pero Mora llamó rápidamente la atención de la prensa, que se arremolinó para escucharlo.
Yo vivo aquí, vamos a mi casa, ustedes mismo vean, expresaba mientras los delegados de Texaco pedían no escucharlo.
Mora alteró así el clima pacífico y hasta rutinario de las visitas judiciales al extinto pozo petrolero Sacha 21, que fue explotado por Texaco entre 1970 y 1992, cuando operó en el país.
Este es uno de los 122 lugares supuestamente contaminados por la empresa y que, según los 30 000 habitantes de la zona que la demandan, es apenas una muestra de la gran polución generada.
Mora discutió con técnicos, abogados, y personal de seguridad de la compañía, asegurando que nadie podía negar que ese lugar haya sido asolado por la actividad petrolera, enseñando el sitio, de unos 100 metros cuadrados, semicubierto por maleza.
Yo solo espero que alguien pueda componer los daños, decía mirando al suelo, siendo observado por todos los presentes, escuchado atentamente por Efraín Novillo, presidente de la Corte de Lago Agrio, a 180 kilómetros al noreste de Quito, donde se ejecuta el juicio.
El humilde campesino cubría su cabeza con una gorra, vestía una camisa azul rota, y un pantalón de mezclilla azul.
Luego, sorprendió a todos cuando un periodista le pidió su nombre completo. Me llamo Wilfrido Sinmaleza Mora, dijo fuertemente.
Lo que puedo decir es que esta contaminación debe ser respondida por quien la hizo, Petroecuador, precisó Adolfo Callejas, abogado de Texaco respondiendo a las inculpaciones del campesino, y reiterando la posición de la empresa.
La Texaco, ahora Chevron Texaco, afirma que la empresa estatal Petroecuador, socia de la estadounidense durante la permanencia en Ecuador, debe asumir cualquier responsabilidad por demandas por daños ambientales.
Los abogados defensores aseguran que desde 1992, la compañía estatal asumió el control total de las operaciones y que por medio de un acuerdo de 1998, Petroecuador es responsable de cualquier posible demanda en contra de su ex compañera de negocios.
Luego del incidente que protagonizó Mora, y que arrancó miradas de la nutrida delegación de la petrolera, delegados de las partes prosiguieron con las inspecciones, tomando, e incluso oliendo, muestras de suelo, y de agua, ubicadas a lo largo de la zona.
Según los demandantes, reparar los daños ambientales podría llegar a costar más de 6 000 millones de dólares, sin tomar en cuenta reposiciones por afectaciones a la vida humana y animal.
