En los últimos cuatro años, Amazon WatchLa campaña de solidaridad con el pueblo Kakataibo se ha convertido en un poderoso ejemplo de cómo la resistencia indígena organizada puede enfrentar no solo las economías criminales, sino también la decadencia sistémica del gobierno. Lo que comenzó como un llamado a la justicia tras el asesinato del líder comunitario Arbildo Meléndez en 2020 se ha convertido en una alianza a largo plazo para la protección, los derechos territoriales y la supervivencia en un país donde el colapso político e institucional ahora impulsa la expansión de las economías ilícitas.
Como organizaciones indígenas nacionales como AIDESEP han denunciado recientementeEl gobierno peruano ha sido “tomado por una mafia”, una arraigada red de corrupción que socava la democracia, debilita las protecciones ambientales y territoriales y expone a los defensores indígenas a un riesgo aún mayor. En medio de esto clima de impunidadLa lucha del pueblo Kakataibo para defender sus bosques de los traficantes de tierras, los cultivadores de coca y los mineros ilegales se erige como una alternativa viva al abandono y la complicidad del Estado.
Victorias duramente ganadas en defensa de la vida y el territorio
En los últimos años, el crimen organizado en Perú ha crecido rápidamente, extendiendo su control a sectores como la minería de oro y el transporte. El país registró un número récord de homicidios en 2024, el más alto en al menos siete años, muchos de ellos vinculados a redes criminales. Las denuncias de extorsión también alcanzaron niveles récord en 2023 y se mantuvieron altas hasta 2025.
Si bien se observan tendencias similares en América Latina y el Caribe, Perú se destaca debido a condiciones particularmente favorables para estos grupos: un Congreso disfuncional que ha debilitado las leyes destinadas a frenar el crimen organizado y un poder ejecutivo ineficaz que no ha respondido con decisión.
En este contexto, los Kakataibo han sido frente a una nueva forma de colonización violentaImpulsados por redes criminales transnacionales que buscan controlar la selva tropical mediante economías ilícitas, intimidación y corrupción. A pesar de la creciente inseguridad, han transformado sus sistemas ancestrales de autogobierno en estrategias modernas de control territorial, creando Guardias Indígenas, coordinando patrullajes comunitarios y forjando alianzas con organizaciones nacionales e internacionales para proteger sus territorios. Estos actos de valentía colectiva han evitado nuevas invasiones forestales, incluso tras el asesinato de seis líderes en los últimos años.
Gracias a la perseverante organización y campaña, el gobierno peruano creó una mesa de diálogo para la resolución de conflictos con cuatro comunidades afectadas por el cultivo ilegal de coca, incluyendo Unipacuyacu, la emblemática comunidad donde se cometieron los primeros asesinatos. En este espacio, casi inédito en zonas dominadas por redes criminales, tres comunidades lograron marcar y defender sus fronteras contra los asentamientos ilegales, un precedente poco común en regiones sumidas en la corrupción y la violencia.
En estas negociaciones, los Kakataibo lograron que tres de las cuatro comunidades demarcaran y defendieran oficialmente sus fronteras contra los asentamientos ilegales. Este es un precedente notable dado el corrupción arraigada y falta de voluntad política que han permitido a los cultivadores ilegales de coca avanzar durante décadas.
Dado que esta lucha ha sido respondida con violencia y amenazas por las redes de invasores de tierras, apoyar la protección de los líderes kakataibo ha sido esencial. A través de nuestro Fondo para los Defensores de la Amazonía, hemos garantizado apoyo directo para medidas de seguridad personal para casi una docena de líderes indígenas que enfrentan constantes amenazas de muerte. Estos fondos permitieron a los defensores comunitarios mantener sistemas de vigilancia, reubicarse temporalmente cuando fue necesario y continuar su labor.
Un revés que revela la lucha continua
En estas condiciones hostiles, los líderes kakataibo lograron avanzar entregando miles de firmas a las autoridades nacionales y regionales, logrando acciones estatales limitadas contra la coca ilegal y manteniendo su compromiso con el territorio y la vida. Su resiliencia, en un clima de represión política e inseguridad, refuerza la idea de que la respuesta más eficaz a las economías criminales no es la militarización ni la impunidad, sino el reconocimiento y el fortalecimiento de los derechos territoriales indígenas.
Nada de esto habría sido posible sin la solidaridad de miles de personas que firmaron peticiones, enviaron correos electrónicos a las autoridades peruanas y compartieron la historia de los kakataibo en sus redes. Cada acción contribuyó a amplificar las voces de los defensores indígenas que siguen arriesgando sus vidas para proteger una de las regiones con mayor biodiversidad del planeta.
Sin embargo, la crisis estructural persiste. El gobierno excluyó a Unipacuyacu de su lista oficial para la titulación de tierras, una decisión que revela su falta de seriedad. Este revés es emblemático del colapso institucional general que enfrentan actualmente las organizaciones indígenas de todo el Perú.
Los kakataibo nos lo han dejado claro: no se rendirán. Su lucha por reclamar y defender sus tierras ancestrales ha durado más de dos décadas, y este es simplemente un capítulo más en una larga lucha por la supervivencia y la justicia. Este mes, miles de firmas se entregaron a las autoridades locales y nacionales insistiendo en que la titulación de tierras de los kakataibo debe continuar.
Esta próxima etapa de la campaña también se basará en el trabajo profesional y dedicado de nuestros aliados de la sociedad civil peruana, cuya colaboración ha sido vital para impulsar la defensa legal, la coordinación en el terreno y la seguridad de los defensores indígenas. Nos enorgullece continuar esta alianza al relanzar la campaña y trabajar codo con codo para garantizar que la justicia y la protección lleguen a todas las comunidades kakataibo.
Si bien los riesgos siguen siendo altos, también lo es la determinación de resistir. Las recientes operaciones de erradicación del gobierno en el territorio kakataibo demuestran que nuestra presión colectiva está marcando la diferencia, pero el trabajo está lejos de terminar.
La experiencia de los kakataibo ofrece una mirada cercana a los pueblos amazónicos que enfrentan la convergencia de la delincuencia, la corrupción y la negligencia gubernamental. Sus estrategias de autoprotección, gobernanza local y defensa territorial representan la alternativa al dominio de las economías criminales.
Para que sea sostenible y se amplíe, debe ser adoptada y apoyada por los gobiernos y la comunidad internacional. Esto es aún más urgente, ya que la actual crisis política que afecta a Perú y a gran parte de América Latina no es un momento pasajero, sino un cambio más profundo que probablemente perdure en los próximos años.





